
De la ceniza a la brasa: mi viaje de transformación
Me llamo Antonio Caparroz. Llegué a pesar 155 kg, trabajar 24/7 reparando datáfonos por toda España y Andorra, y sentir que vivía sin control. Hoy, gracias al estoicismo, la ciencia nutricional y el entrenamiento con propósito, soy un hombre libre de culpas, fuerte en cuerpo y espíritu.
Infancia de sabores y gafas gruesas
Desde pequeño trabajaba mientras estudiaba: con 13 años en una pastelería, ayudando en casa. Un accidente en el ojo me alejó de la escuela por un tiempo. Llevaba gafas de «culo de botella» y cargaba con sobrepeso, pero también con un corazón lleno de ilusión. Mis amigos me trataban con humor, mi familia con amor. Fui un niño feliz, forjado en adversidad.
155 kg y días sin pausa
Trabajé en 15 empleos diferentes. Desde administrativo hasta técnico de campo, liderando delegaciones. Conocí a miles de personas en el camino, y a la mujer con la que comparto mi vida desde hace más de 30 años. Pero vivía sin pausa, cargado de peso físico y emocional, con un cuerpo que empezaba a romperse.
El accidente que sacudió mi alma
Un día, al ceder el paso a una abuela, mi memoria se borró. Me encontraron estrellado frente a una iglesia. Hospital, UCI, operaciones, titanio en un brazo, el otro lesionado. Médicos sin explicaciones. Una neuróloga me dijo: «El cerebro humano a veces necesita desconectar». Ahí supe que había recibido una segunda oportunidad.
Descubriendo el control
Empecé a leer, investigar, cuestionar. Encontré la dieta keto como herramienta, pero también algo más grande: el estoicismo. Entendí que no eran los demás, era yo. Dejé de culpar y comencé a actuar.
“Si quieres avanzar, prepárate para que te llamen ignorante, para que se rían de ti. Pero si insistes en agradar a los demás, te alejarás de tu propósito.”
— Epicteto
El estoicismo: mi filosofía del fuego
Descubrí una forma de vivir: valorar el tiempo, cultivar la virtud, aceptar lo que no controlo.
Gracias al fuego, descubrí que no era ceniza, sino brasa.
El estoicismo no me hizo inmune al dolor, me hizo amigo de él.
Dejé de exigirle al mundo que cambie, y empecé a esculpir mi carácter.
Hoy, la paz no me la da la suerte, me la da mi filosofía.
Soy libre, porque ya no culpo. Soy fuerte, porque ya no huyo.
Y soy feliz… porque aprendí a vivir según la naturaleza de las cosas y la virtud del alma.
Hoy: entrenador con propósito y guía de montaña
Entreno con cabeza y con el corazón. Ya no necesito ganar a nadie más que a mí mismo. Ayudo a otros a descubrir su fuerza. Les digo: “No puedes hacer ejercicio porque no entrenas. Pero si empiezas, podrás.”
Soy entrenador personal, guía de montaña y aprendiz de la vida. No enseño gimnasia, sino salud. No impongo, acompaño.
Comunidad, abrazo, humanidad
La soledad puede doler, pero no somos islas. Somos tribu. Las mejores memorias de tu vida, piénsalo bien, fueron con alguien al lado. Acompáñate. Entrena tu cuerpo. Afila tu alma. Vuelve a sentir que vives de verdad.
Si has leído hasta aquí, gracias. Llevo en la mochila muchas caídas, pero también muchas ganas. Y si estás dispuesto a caminar conmigo, no te prometo milagros. Te prometo verdad, esfuerzo y presencia.
Antonio Caparroz
Entrenador personal, guía, estoico moderno.